lunes, 10 de junio de 2013

PARA ESTUDIAR "HISTORIA DE UNA GAVIOTA Y EL GATO QUE LE ENSEÑÓ A VOLAR"

Libro: Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar

Autor: Luis Sepúlveda

Nacionalidad: Chileno

Nº de páginas: 138

Año de publicación:1996

Luis Sepúlveda
Nació en Ovalle, Chile en el año 1949.Sepúlveda crece con sus abuelos paternos. De su abuelarecuerda "Y mi abuela, que era vasca, no dejaba ni una tarde,ni una noche, sin leerme un cuento de algún libro, o ellainventaba un cuento. Era una inventora de cuentosmaravillosa."

Desde temprana edad salió a recorrer mundo. Luego de estudiar en la escuelade Santiago, estudió producción teatral en la Universidad Nacional. En 1969,Sepúlveda recibió una beca escolar de cinco años en el teatro en la Universidad de Moscú, pero fue retirada después de cinco meses por mala conducta y tuvo quevolver a Chile. Participó en el movimiento estudiantil de su país y en la administración de Salvador Allende, en el departamento de cultura, estaba a cargode una serie de ediciones baratas de clásicos para el público.

Además, fue mediador entre el gobierno y las compañías chilenas. Después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que llevó al General Augusto Pinochet al poder, fue encarcelado por dos años y medio. Luego obtuvo suliberación y más tarde tuvo que exiliarse. En 1980 fijó su residencia en Hamburgo(Alemania), donde trabajó como escritor y periodista. Desde 1997 reside junto a sufamilia en Gijón, España.

Ha cultivado diversos perfiles de la narrativa, como el cuento infantil, la novela deintriga, la novela policiaca, la novela negra y la crónica de viajes. Además, escribemucho con el elemento ecologista y autobiográfico. Sepúlveda escribe con sencillezy claridad. Su narrativa, en general, es audaz en sus planteamientos y original ensus temas. Sus novelas son relativamente cortas, pero con mucho sentido, ya queconoce la impaciencia de la generación de hoy día.

El libro se divide en dos partes, cada una con una serie de capítulos, que suman un total de 20



Historia de una gaviota y del gato que le enseño a volar



es una inteligente narración para niños, con un relato, entretenido, claro, divertido y emotivo. Habla sobre lo mal que gestionamos los humanos nuestro entorno, lesionando la naturaleza y lesionándonos a nosotros mismos.


Esta novela se transformó en una película animada, fue llevada al cine por el director italiano Enzo D’Alo en 1998. En Italia se exhibió bajo el nombre de "La Gabbiella e il Gato", en español, "La gaviota y el gato".



Luis Sepúlveda



es un dotadísimo narrador de historias, en apasionantes relatos y novelas.



Otros libros de su autoría



son "Un viejo que leía novelas de amor", "Mondo del fin del mundo", "Nombre de torero", "Patagonia Express", "Desencuentros".



Resumen



:


Kenga, una gaviota envenenada por una mancha de petróleo, consigue justo antes de morir confiar su huevo al gato Zorbas, obteniendo de él tres promesas: no comerse el huevo, cuidar de él hasta que se abra y enseñar a volar al recién nacido.


La gaviota huérfana es bautizada con el nombre de Afortunada por toda la comunidad de los gatos, que se ha visto involucrada por Zorbas en la tarea de criar a esta insólita hija. La pequeña Afortunada, deberá aprender a conocerse y comprender que no es un gato antes de poder aprender a volar. Los amigos de Zorbas, Secretario, Sabelotodo, Barlovento, y colonello, le ayudaran en la tarea.

Personajes
Afortunada: Es la gaviota que nació del huevo que puso Kengah. Zorbas la crío desde el huevo y junto con sus amigos le enseñan a volar. Ella cree ser un gato y no quiere aprender a volar, pero después de un tiempo se da cuenta de que es una gaviota y quiere aprender a volar.
Zorbas: Es un gato grande, negro y gordo. Mientras su familia está de vacaciones, Kengah le deja a cargo, antes de morir, el huevo que puso. Zorbas, al ser gato de palabra, se hará cargo de cuidar al polluelo y, además, de enseñarle a volar. Junto con sus amigos Sabelotodo, Colonello, Secretario y Barlovento realizará este trabajo.
Kengah: Es una gaviota argentada de plumas color plata. Madre de Afortunada, fue atrapada por una ola de petróleo vertida en el mar. Tras varios intentos de poder volar, llega a la casa de Zorbas. Ahí le pide a Zorbas, antes de morir, que cuide del huevo que pondrá y que le enseñe a volar al polluelo. Kengah pone el huevo y muere.
Sabelotodo: Es un gato gris, pequeño y flaco, mascota de un viejo lobo de mar llamado Harry. Es muy inteligente y sabio. Vive en el bazar de Harry con Matías, un chimpancé mascota de Harry. Dedicaba la mayor parte del tiempo al estudio de los miles de libros que tenía. Consultaba sus enciclopedias para averiguar cosas.
Colonello: Es un viejo gato de un restaurante italiano del puerto. Suele dar buenos consejos a los que se encontraban en dificultades. A menudo maúlla palabras en italiano.
Secretario: Es un gato romano muy flaco con dos bigotes, uno a cada lado de la nariz. Es el ayudante de Colonello, vive con él en el restaurante y es quien hace los mandados. A menudo sugiere algo y Colonello que es lo que iba a decir y que no le quitara los maullidos de la boca.
Barlovento: Es un gato de mar, mascota del Hannes II. Es color miel con los ojos azules. Ayudó a los gatos verificando si el pollito es macho o hembra. Barlovento la examinó y descubrió que era hembra.
http://es.scribd.com/doc/47205980/Historia-de-una-gaviota-Guia

lunes, 3 de junio de 2013

RESUMEN DEL CUENTO "DE BARRO ESTAMOS HECHOS"


RESUMEN: “De barro estamos hechos”

Isabel Allende

 

1.   AUTOR: ISABEL ALLENDE. Chilena. (n. Lima, Perú,  2 de agosto de 1942)

Es una escritora chilena.  Ganó el premio nacional  de literatura 2010.

 

2.   INTERTEXTO: La tragedia de Omaria. El alud que sepultó al pueblo de Armero en Colombia, tras la erupción del volcán Nevado en 1985.

 

3.   Personajes:

 

PRINCIPALES:

 

AZUCENA (niña de trece años con una cara morena,ojos grandes desolados  y con una gran fuerza interior).

ROLF CARLÉ (personaje redondo porque presenta evolución a lo largo del texto. Reportero,tranquilo ante el peligro y el sufrimiento; se colocaba a una distancia ficticia que lo mantenía a salvo de sus propias emociones).

 

SECUNDARIOS:

 

La Narradora: Compañera de Carlé.

El padre de Carlé.

Katharina.

Los periodistas, lós políticos, los militares.

 

4.   ESTILOS COMUNICATIVOS

DIRECTO: Cuando hay diálogo por parte de los personajes. El diálogo va luego de un guión o entre comillas.

 

INDIRECTO: El narrador cuenta lo que dice el personaje.

 
 
5.   REGISTROS DEL HABLA

 

Culto: Cuando habla el narrador.

Literario: Cuando habla el narrador.

Cotidiano: Cuando hablan los personajes.

 

6.   Tiempo:

 

Cronológico:

Día de la semana: Miércoles

Mes: Noviembre

El relato dura tres días.

 

Evocado: Rolf Carlé recuerda niñez.

 

Psicológico: Carlé imagina cómo

                    va a ayudar a la niña.

 

7.   ESPACIOS:

 

ESPACIO GEOGRÁFICO: En la historia real, es Colombia.

Espacio Físico: Todo sucede en un pantano creado después de la erupción de un volcán que derritió el hielo. El agua arrastró el lodo y un alud que sepultó el pueblo.

 

ESPACIO SOCIAL: Se presentan tres grupos sociales:

-         El pueblo.

-         Los políticos.

-         Los periodistas.

 

8.   Narrador: TESTIGO. El narrador del texto participa de la historia como personaje secundario.El tiene una relación afectiva con el personaje principal. 

9.   PROPOSICIONES

 

Azucena llamaba sin voz.

  

Nadie hizo caso de las advertencias de los geólogos, porque no las consideraban serias.

 

La gente importante de la ciudad solamente da vagas promesas.

 

Los periodistas estaban ocupados con la noticia, pero solo Carlé se interesaba por Azucena.

 

10.               VOCABULARIO

1.   Lodazal:

2.   Buitre:

3.   Obstinado:

4.   Aciago:

5.   Alud:

6.   Insondable:

7.   Telúrico:

8.   Pestilencia:

9.   Extenuada:

10.               Vasto:

11.                

LODAZAL : 1. m. Sitio lleno de lodo.

BUITRE: (Del lat. vultur, -ŭris).

1. m. Ave rapaz de cerca de dos metros de envergadura, con el cuello desnudo, rodeado de un collar de plumas largas, estrechas y flexibles, cuerpo leonado, remeras oscuras y una faja blanca a través de cada ala. Se alimenta de carne muerta y vive en bandadas.

OBSTINADO, DA.: (Del part. de obstinar).

1. adj. Perseverante, tenaz.

2. adj. C. Rica, Cuba y Ven. Fastidiado, harto.

3. adj. Nic. Enojado, furioso.

 

ACIAGO, GA: (Del lat. aegyptiācus [dies], día fatal).

1. adj. Infausto, infeliz, desgraciado, de mal agüero.

2. m. ant. Azar, desgracia.

ALUD: (De or. prerromano; cf. vasco lurte 'derrumbamiento de tierra').

1. m. Gran masa de nieve que se derrumba de los montes con violencia y estrépito.

2. m. Masa grande de una materia que se desprende por una vertiente, precipitándose por ella. U. t. en sent. fig.

INSONDABLE. _ 1. adj. Dicho del mar: Que no se puede sondear, que no se puede hallar su fondo con la sonda.

2. adj. Que no se puede averiguar, sondear o saber a fondo.

TELÚRICO, CA.: (Del lat. Tellus, Tellūris, la Tierra).

1. adj. Perteneciente o relativo a la Tierra como planeta.

2. adj. Perteneciente o relativo al telurismo.

PESTILENCIA. : (Del lat. pestilentĭa).

1. f. Enfermedad contagiosa y grave que origina gran mortandad.

2. f. Enfermedad no contagiosa que causa gran mortandad.

3. f. Mal olor.

4. f. Cosa mala que puede originar daño grave.

EXTENUADA. : (Del lat. extenuāre).

1. tr. Enflaquecer, debilitar.

Enflaquecida, debilitada.

VASTO, TA. : (Del lat. vastus).

1. adj. Dilatado, muy extendido o muy grande.

 

PARTES DE LA CARTA FORMAL

 

ESQUEMA LÓGICO DE REDACCIÓN DE LA CARTA FORMAL

 

PREMISA GENERAL: Artículo de la ley, anuncio o documento.

PREMISA PARTICULAR: La situación personal.

Nexo o  conector lógico: Por lo tanto

CONCLUSIÓN: Lo que se solicita.

TEMAS PARA LA I PRUEBA PARCIAL II TRIMESTRE 8


MEP. LICEO DR. VICENTE LACHNER SANDOVAL. DEPARTAMENTO DE ESPAÑOL.
PROFESOR ALEXANDER SOLANO HERNÁNDEZ.
OBJETIVOS Y CONTENIDOS PARA LA I PRUEBA PARCIAL.
II TRIMESTRE. CURSO LECTIVO 2013. Jueves 20 de junio. 10 a.m.

 

I. Leer y analizar textos literarios narrativos.

Contenidos: Cuento: “De barro estamos hechos”. Pág. 83 a 87.

II. Determinar los elementos literarios del género narrativo.

Contenidos: Autor, narrador, personajes principales y secundarios, registros del habla, estilo comunicativos, espacios (geográfico, físico, social) e intertexto en el cuento “De barro estamos hechos.”

Páginas: Pág. 67, 68 y de la 83 a  la 87.

III. Identificar proposiciones en textos literarios narrativos.

Contenidos: Proposiciones presentes en el cuento “De barro estamos hechos”. Pág. 83 a 87.

IV. Enriquecer el vocabulario con el uso del diccionario.

Contenidos: Vocabulario (10 palabras) de la guía de trabajo del cuento “De barro estamos hechos”. Pág. 83 a 87.

V. Producir textos con la aplicación de las normas gramaticales.

Contenidos: La Carta Formal (definición, características, partes). Uso correcto de las preposiciones.  Pág. 39, 40, 50 y 51.

sábado, 1 de junio de 2013

VIDEOS DEL CUENTO "DE BARRO ESTAMOS HECHOS"

 

CUENTO: "DE BARRO ESTAMOS HECHOS"

De barro estamos hechos

Autor: Isabel Allende
Descubrieron la cabeza de la niña asomada en el lodazal, con los ojos abiertos, llamando sin voz. Tenía un nombre de Primera Comunión, Azucena. En aquel interminable cementerio, donde el olor de los muertos atraía a los buitres más remotos y donde los llantos de los huérfanos y los lamentos de los heridos llenaban el aire, esa muchacha obstinada en vivir se convirtió en el símbolo de la tragedia. Tanto transmitieron las cámaras la visión insoportable de su cabeza brotando del barro, como una negra calabaza, que nadie se quedó sin conocerla ni nombrarla. Y siempre que la vimos aparecer en la pantalla, atrás estaba Rolf Carlé, quien llegó al lugar atraído por la noticia, sin sospechar que allí encontraría un trozo de su pasado, perdido treinta años atrás.
Primero fue un sollozo subterráneo que remeció los campos de algodón, encrespándolos como una espumosa ola. Los geólogos habían instalado sus máquinas de medir con semanas de anticipación y ya sabían que la montaña había despertado otra vez. Desde hacía mucho pronosticaban que el calor de la erupción podía desprender los hielos eternos de las laderas del volcán, pero nadie hizo caso de esas advertencias, porque sonaban a cuento de viejas. Los pueblos del valle continuaron su existencia sordos a los quejidos de la tierra, hasta la noche de ese miércoles de noviembre aciago, cuando un largo rugido anunció el fin del mundo y las paredes de nieve se desprendieron, rodando en un alud de barro, piedras y agua que cayó sobre las aldeas, sepultándolas bajo metros insondables del vómito telúrico. Apenas lograron sacudirse la parálisis del primer espanto, los sobrevivientes comprobaron que las casas, las plazas, las iglesias, las blancas plantaciones de algodón, los sombríos bosques del café y los potreros de los toros sementales habían desaparecido. Mucho después, cuando llegaron los voluntarios y los soldados a rescatar a los vivos y sacar la cuenta de la magnitud del cataclismo, calcularon que bajo el lodo había más de veinte mil seres humanos y un número impreciso de bestias, pudriéndose en un caldo viscoso. También habían sido derrotados los bosques y los ríos y no quedaba a la vista sino un inmenso desierto de barro.
Cuando llamaron del Canal en la madrugada, Rolf Carlé y yo estábamos juntos. Salí de la cama aturdida de sueño y partí a preparar café mientras él se vestía de prisa. Colocó sus elementos de trabajo en la bolsa de lona verde que siempre llevaba, y nos despedimos como tantas otras veces. No tuve ningún presentimiento. Me quedé en la cocina sorbiendo mi café y planeando las horas sin él, segura de que al día siguiente estaría de regreso.
Fue de los primeros en llegar, porque mientras otros periodistas se acercaban a los bordes del pantano en jeeps, en bicicletas, a pie, abriéndose camino cada uno como mejor pudo, él contaba con el helicóptero de la televisión y pudo volar por encima del alud. En las pantallas aparecieron las escenas captadas por la cámara de su asistente, donde él se veía sumergido hasta las rodillas, con un micrófono en la mano, en medio de un alboroto de niños perdidos, de mutilados, de cadáveres y de ruinas. El relato nos llegó con su voz tranquila. Durante años lo había visto en los noticiarios, escarbando en batallas y catástrofes, sin que nada le detuviera, con una perseverancia temeraria, y siempre me asombró su actitud de calma ante el peligro y el sufrimiento, como si nada lograra sacudir su fortaleza ni desviar su curiosidad. El miedo parecía no rozarlo, pero él me había confesado que no era hombre valiente, ni mucho menos. Creo que el lente de la máquina tenía un efecto extraño en él, como si lo transportara a otro tiempo, desde el cual podía ver los acontecimientos sin participar realmente en ellos. Al conocerlo más comprendí que esa distancia ficticia lo mantenía a salvo de sus propias emociones.
Rolf Carlé estuvo desde el principio junto a Azucena. Filmó a los voluntarios que la descubrieron y a los primeros que intentaron aproximarse a ella, su cámara enfocaba con insistencia a la niña, su cara morena, sus grandes ojos desolados, la maraña compacta de su pelo. En ese lugar el fango era denso y había peligro de hundirse al pisar. Le lanzaron una cuerda, que ella no hizo empeño en agarrar, hasta que le gritaron que la cogiera, entonces sacó una mano y trató de moverse, pero en seguida se sumergió más. Rolf soltó su bolsa y el resto de su equipo y avanzó en el pantano, comentando para el micrófono de su ayudante que hacía frío y que ya comenzaba la pestilencia de los cadáveres.
–¿Cómo te llamas? –le preguntó a la muchacha y ella le respondió con su nombre de flor–. No te muevas, Azucena –le ordenó Rolf Carlé y siguió hablándole sin pensar qué decía, sólo para distraerla, mientras se arrastraba lentamente con el barro hasta la cintura. El aire a su alrededor parecía.tan turbio como el lodo.
Por ese lado no era posible acercarse, así es que retrocedió y fue a dar un rodeo por donde el terreno parecía más firme. Cuando al finestuvo cerca tomó la cuerda y se la amarró bajo los brazos, para que pudieran izarla. Le sonrió con esa sonrisa suya que le achica los ojos y lo devuelve a la infancia, le dijo que todo iba bien, ya estaba con ella, en seguida la sacarían. Les hizo señas a los otros para que halaran, pero apenas se tensó la cuerda la muchacha gritó. Lo intentaron de nuevo y aparecieron sus hombros y sus brazos, pero no pudieron moverla más, estaba atascada. Alguien sugirió que tal vez tenía las piernas comprimidas entre las ruinas de su casa, y ella dijo que no eran sólo escombros,también la sujetaban los cuerpos de sus hermanos, aferrados a ella.
–No te preocupes, vamos a sacarte de aquí –le prometió Rolf. A pesar de las fallas de transmisión, noté que la voz se le quebraba y me sentí tanto más cerca de él por eso. Ella lo miró sin responder.
En las primeras horas Rolf Carlé agotó todos los recursos de su ingenio para rescatarla. Luchó con palos y cuerdas, pero cada tírón era un suplicio intolerable para la prisionera. Se le ocurrió hacer una palanca con unos palos, pero eso no dio resultado y tuvo que abandonar también esa idea. Consiguió un par de soldados que trabajaron con él durante un rato, pero después lo dejaron solo, porque muchas otras víctimas reclamaban ayuda. La muchacha no podía moverse y apenas lograba respirar, pero no parecía desesperada, como si una resignación ancestral le permitiera leer su destino. El periodista, en cambio, estaba decidido a arrebatársela a la muerte. Le llevaron un neumático, que colocó bajo los brazos de ella como un salvavidas, y luego atravesó una tabla cerca del hoyo para apoyarse y así alcanzarla mejor. Como era imposible remover los escombros a ciegas, se sumergió un par de vece para explorar ese infierno, pero salió exasperado, cubierto de lodo, escupiendo piedras. Dedujo que se necesitaba una bomba para extraer el agua y envió a solicitarla por radio, pero volvieron con el mensaje de que no había transporte y no podían enviarla hasta la mañana siguiente.
–¡No podemos esperar tanto! –reclamó Rolf Carlé, pero en aquel zafarrancho nadie se detuvo a compadecerlo. Habrían de pasar todavía muchas horas más antes de que él aceptara que el tiempo se había estancado y que la realidad había sufrido una distorsión irremediable.
Un médico militar se acercó a examinar a los niños y afirmó que su corazón funcionaba bien y que si no se enfriaba demasiado podría resistir esa noche.
–Ten paciencia, Azucena, mañana traerán la bomba –trató de consolarla Rolf Carlé.
–No me dejes sola –le pidió ella. –No, claro que no. Les llevaron café y él se lo dio a la muchacha, sorbo a sorbo. El líquido caliente la animó y empezó a hablar de su pequeña vida, de su familia y de la escuela, de cómo era ese pedazo de mundo antes de que reventara el volcán. Tenía trece años y nunca había salido de los límites de su aldea. El periodista, sostenido por un optimismo prematuro, se convenció de que todo terminaría biem llegaría la bomba, extraerían el agua, quitarían los escombros y Azucena sería trasladada en helicóptero a un hospital, donde se repondría con rapidez y donde él podría visitarla llevándole regalos. Pensó que ya no tenía edad para muñecas y no supo qué le gustaría, tal vez un vestido. No entiendo mucho de mujeres, concluyó divertido, calculando que había tenido muchas en su vida, pero ninguna le había enseñado esos detalles. Para engañar las horas comenzó a contarle sus viajes y sus aventuras de cazador de noticias, y cuando se le agotaron los recuerdos echó mano de la imaginación para inventar cualquier cosa que pudiera distraerla. En algunos momentos ella dormitaba, pero él seguía hablándole en la oscuridad, para demostrarle que no se había ido y para vencer el acoso de la incertidumbre.
Ésa fue una larga noche.
A muchas millas de allí, yo observaba en una pantalla a Rolf Carlé y a la muchacha. No resistí la espera en la casa y me fui a la Televisión Nacional, donde muchas veces pasé noches enteras con él editando programas. Así estuve cerca suyo y pude asomarme a lo que vivió en esos tres días definitivos. Acudí a cuanta gente importante existe en la ciudad, a los senadores de la República, a los generales de las Fuerzas Armadas, al embajador norteamericano y al presidente de la Compañía de Petróleos, rogándoles por una bomba para extraer el barro, pero sólo obtuve vagas promesas. Empecé a pedirla con urgencia por radio y televisión, a ver si alguien podía ayudarnos. Entre llamadas corría al centro de recepción para no perder las imágenes del satélite, que llegaban a cada rato con nuevos detalles de la catástrofe. Mientras los periodistas seleccionaban las escenas de más impacto para el noticiario, yo buscaba aquellas donde aparecía el pozo de Azucena. La pantalla reducía el desastre a un solo plano y acentuaba la tremenda distancia que me separaba de Rolf Carlé, sin embargo yo estaba con él, cada padecimiento de la niña me dolía como a él, sentía su misma frustración, su misma impotencia. Ante la imposibilidad de comunicarme con él, se me ocurrió el recurso fantástico de concentrarme para alcanzarlo con la fuerza del pensamiento y así darle ánimo. Por momentos me aturdía en una frenética e inútil actividad, a ratos me agobiaba la lástima y me echaba a llorar, y otras veces me vencía el cansancio y creía estar mirando por un telescopio la luz de una estrella muerta hace un millón de años.
En el primer noticiario de la mañana vi aquel infierno, donde flotaban cadáveres de hombres y animales arrastrados por las aguas de nuevos ríos, formados en una sola noche por la nieve derretida. Del lodo sobresalían las copas de algunos árboles y el campanario de una iglesia, donde varias personas habían encontrado refugio y esperaban con paciencia a los equipos de rescate. Centenares de soldados y de voluntarios de la Defensa Civil intentaban remover escombros en busca de los sobrevivientes, mientras largas filas de espectros en harapos esperaban su turno para un tazón de caldo. Las cadenas de radio informaron que sus teléfonos estaban congestionados por las llamadas de familias que ofrecían albergue a los niños huérfanos. Escaseaban el agua para beber, la gasolina y los alimentos. Los médicos, resignados a amputar miembros sin anestesia, reclamaban al menos sueros, analgésicos y antibióticos, pero la mayor parte de los caminos estaban interrumpidos y además la burocracia retardaba todo. Entretanto, el barro contaminado por los cadáveres en descomposición amenazaba de peste a los vivos.
Azucena temblaba apoyada en el neumático que la sostenía sobre la superficie. La inmovilidad y la tensión la habían debilitado mucho, pero se mantenía consciente y todavía hablaba con voz perceptible cuando le acercaban un micrófono. Su tono era humilde, como si estuviera pidiendo perdón por causar tantas molestias. Rolf Carlé tenía la barba crecida y sombras oscuras bajo los ojos, se veía agotado. Aun a esa enorme distancia pude percibir la calidad de ese cansancio, diferente a todas las fatigas anteriores de su vida. Había olvidado por completo la cámara, ya no podía mirar a la niña a través de un lente. Las imágenes que nos llegaban no eran de su asistente, sino de otros periodistas que se habían adueñado de Azucena, atribuyéndole la patética responsabilidad de encarnar el horror de lo ocurrido en ese lugar. Desde el amanecer Rolf se esforzó de nuevo por mover los obstáculos que retenían a la muchacha en esa tumba, pero disponía sólo de sus manos, no se atrevía a utilizar una herramienta, porque podía herirla. Le dio a Azucena la taza de papilla de maíz y plátano que distribuía el Ejército, pero ella la vomitó de inmediato. Acudió un médico y comprobó que estaba afiebrada, pero dijo que no se podía hacer mucho, los antibióticos estaban reservados para los casos de gangrena. También se acercó un sacerdote a bendecirla y colgarle al cuello una medalla de la Virgen. En la tarde empezó a caer una llovizna suave, persistente.
–El cielo está llorando –murmuró Azucena y se puso a llorar también.
–No te asustes –le suplicó Rolf–. Tienes que reservar tus fuerzas y mantenerte tranquila, todo saldrá bien, yo estoy contigo y te voy a sacar de aquí de alguna manera.
Volvieron los periodistas para fotografiarla y preguntarle las mismas cosas que ella ya no intentaba responder. Entretanto llegaban más equipos de televisión y cine, rollos de cables, cintas, películas, vídeos, lentes de precisión, grabadoras, consolas de sonido, luces, pantallas de reflejo, baterías y motores, cajas con repuestos, electricistas, técnicos de sonido y carnarógrafos, que enviaron el rostro de Azucena a millones de pantallas de todo el mundo. Y Rolf Carlé continuaba clamando por una bomba. El despliegue de recursos dio resultados y en la Televisión Nacional empezamos a recibir imágenes más claras y sonidos más nítidos, la distancia pareció acortarse de súbito y tuve la sensación atroz de que Azucena y Rolf se encontraban a mi lado, separados de mí por un vidrio írreductible. Pude seguir los acontecimientos hora a hora, supe cuánto hizo mi amigo por arrancar a la niña de su prisión y para ayudarla a soportar su calvario, escuché fragmentos de lo que hablaron y el resto pude adivinarlo, estuve presente cuando ella le enseñó a Rolf a rezar y cuando él la distrajo con los cuentos que yo le he contado en mil y una noches bajo el mosquitero blanco de nuestra cama.
Al caer la oscuridad del segundo día él procuró hacerla dormir con las viejas canciones de Austria aprendidas de su madre, pero ella estaba más allá del sueño. Pasaron gran parte de la noche hablando, los dos extenuados, hambrientos, sacudidos por el frío. Y entonces, poco a poco, se derribaron las firmes compuertas que retuvieron el pasado de Rolf Carlé durante muchos años, y el torrente de cuanto había ocultado en las capas más profundas y secretas de la memoria salió por fin, arrastrando a –su paso los obstáculos que por tanto tiempo habían bloqueado su conciencia. No todo pudo decírselo a Azucena, ella tal vez no sabía que había mundo más allá del mar nitiempo anterior al suyo, era incapaz de imaginar Europa en la época de la guerra, así es que no le contó de la derrota, ni de la tarde en que los rusos lo llevaron al campo de concentración para enterrar a los prisioneros muertos de hambre. ¿Para qué explicarle que los cuerpos desnudos, apilados como una montaña de leños, parecían de loza quebradiza? ¿ Cómo hablarle de los hornos y las horcas a esa niña moribunda? Tampoco mencionó la noche en que vio a su madre desnuda, calzada con zapatos rojos de tacones de estilete, llorando de humillación. Muchas cosas se calló, pero en esas horas revivió por primera vez todo aquello que su mente había intentado borrar. Azucena le hizo entrega de su miedo y así, sin quererlo, obligó a Rolf a encontrarse con el suyo. Allí, junto a ese pozo maldito, a Rolf le fue imposible seguir huyendo de sí mismo y el terror visceral que marcó su infancia lo asaltó por sorpresa. Retrocedió a la edad de Azucena y más atrás, y se encontró como ella atrapado en un pozo sin salida, enterrado en vida, la cabeza a ras de suelo, vio juntos a su cara las botas y las piernas de su padre, quien se había quitado la correa de la cintura y la agitaba en el aire con un silbido inolvidable de víbora furiosa. El dolor lo invadió, intacto y preciso, como siempre estuvo agazapado en su mente. Volvió al armario donde su padre lo ponía bajo llave para castigarlo por faltas imaginarias y allí estuvo horas eternas con los ojos cerrados para no ver la oscuridad, los oídos tapados con las manos para no oír los latidos de su propio corazón, temblando, encogido como un animal. En la neblina de los recuerdos encontró a su hermana Katharina, una dulce criatura retardada que pasó la existencia escondida con la esperanza de que el padre olvidara la desgracia de su nacimiento. Se arrastró junto a ella bajo la mesa del comedor y all.í ocultos tras un largo mantel blanco, los dos niños permanecieron abrazados, atentos a los pasos y a las voces. El olor de Katharina le llegó mezclado con. el de su propio sudor, con los aromas de la cocina, ajo, sopa, pan recién horneado y con un hedor extraño de barro podrido. La mano de su hermana en la– suya, su jadeo asustado, el roce de su cabello salvaje en las mejillas, la expresión cándida de su mirada. Katharina, Katharina… surgió ante él flotando como una bandera, envuelta en el mantel blanco– convertido en mortaja, y pudo por fin llorar su muerte y la culpa de haberla abandonado. Comprendió entonces que sus hazañas de periodista, aquellas que tantos reconocimientos y tanta fama le había dado, eran sólo un intento de mantener bajo control su miedo más antiguo, mediante la treta de refugiarse detrás de un lente a ver si así la realidad le resultaba más tolerable. Enfrentaba riesgos desmesurados como ejercicio de coraje, entrenándose de día para vencer los monstruos que lo’ atormentaban de noche. Pero había llegado el instante de la verdad y ya no pudo seguir escapando de su pasado. Él era Azucena, estaba enterrado en el barro, su terror no era la emoción remota de una infancia casi olvidada, era una garra en la garganta. En el sofoco del llanto se le apareció su madre, vestida de gris y con su cartera de piel de cocodrilo apretada contra el regazo, tal como la viera por última vez en el muelle, cuando fue a despedirlo al barco en el cual él se embarcó para América. No venía a secarle las lágrimas, sino a decirle–que cogiera una pala, porque la guerra había terminado y ahora debían enterrar a los muertos.
–No– llores. Ya no me duele nada, estoy bien –le dijo Azucena al amanecer.
–No lloro por ti, lloro por mí, que me duele todo –sonrió Rolf Carlé.
En el valle del cataclismo comenzó el tercer día con una luz pálida entre nubarrones. El–Presidente de la República se trasladó a la zona y apareció en traje de.campaña para confirmar que era la peor desgracia de este siglo, el país estaba de duelo, las naciones hermanas habían ofrecido ayuda, se ordenaba estado de sitio, las Fuerzas Armadas serían inclementes, fusilarían sin trámites a quien fuera sorprendido robando o cometiendo otras fechorías. Agregó que era imposible sacar todos los cadáveres ni dar cuenta de los millares de desaparecidos, de modo que el valle completo se declaraba camposanto y los obispos vendrían a celebrar una misa solemne por las almas de las víctimas. Se dirigió a las carpas del Ejército, donde
se amontonaban los rescatados, para entregarles el alivio de promesas inciertas, y al improvisado hospital, para dar una palabra de aliento a los médicos y enfermeras, agotados por tantas horas de penurias. Enseguida se hizo conducir al lugar donde estaba Azucena, quien para entonces ya era célebre, porque su imagen había dado la vuelta al planeta. La saludó con su lánguida mano de estadista y los micrófonos registraron su voz conmovida y su acento paternal, cuando le dijo que su valor era un ejemplo para la patria. Rolf Carlé lo interrumpió para pedirle una bomba y él le aseguró que se ocuparía del asunto en persona. Alcancé a ver a Rolf por unos instantes, en cuclillas junto al pozo. En el noticiario de la tarde se encontraba en la misma postura: y yo, asomada a la pantalla como una adivina ante su bola de cristal, percibí que algo fundamental había cambiado en él, adiviné que durante la noche se habían desmoronado sus defensas y se había entregado al dolor, por fin vulnerable. Esa niña tocó una parte de su alma a la cual él mismo no había tenido acceso y que jamás compartió conmigo. Rolf quiso consolarla y fue Azucena quien le dio consuelo a él.
Me di cuenta del momento preciso en que Rolf dejó de luchar y se abandonó al tormento de vigilar la agonía de la muchacha. Yo estuve con ellos, tres días y dos noches, espiándolos al otro lado de la vida. Me encontraba allí cuando ella le dijo que en sus trece años nunca un muchacho la había querido y que era una lástima irse de este mundo sin conocer el amor, y él le aseguró que la amaba más de lo que jamás podría amar a nadie, más que a su madre y a su hermana, más que a todas las mujeres que habían dormido en sus brazos, más que a mí, su compañera, que daría cualquier cosa por estar atrapado en ese pozo en su lugar, que cambiaría su vida por la de ella, y vi cuando se inclinó sobre su pobre cabeza y la besó en la frente, agobiado por un sentimiento dulce y triste que no sabía nombrar. Sentí cómo en ese instante se salvaron ambos de la desesperanza, se desprendieron del lodo, se elevaron por encima de los buitres y de los helicópteros, volaron juntos sobre ese vasto pantano de podredumbre y lamentos. Y finalmente pudieron aceptar la muerte. Rolf Carlé rezó en silencio para que ella se muriera pronto, porque ya no era posible soportar tanto dolor.
Para entonces yo había conseguido una bomba y estaba en contacto con un general dispuesto a enviarla en la madrugada del día siguiente en un avión militar. Pero al anochecer de ese tercer día, bajo las implacables lámparas de cuarzo y los lentes de cien máquinas, Azucena se rindió, sus ojos perdidos en los de ese amigo que la había sostenido hasta el final. Rolf Carlé le quitó el salvavidas, le cerró los párpados, la retuvo apretada contra su pecho por unos minutos y después la soltó. Ella se hundió lentamente, una flor en el barro.
Estás de vuelta conmigo, pero ya no eres el mismo hombre. A menudo te acompaño al Canal y vemos de nuevo los videos de Azucena, los estudias con atención, buscando algo que pudiste haber hecho para salvarla y no se te ocurrió a tiempo.
O tal vez los examinas para verte como en un espejo, desnudo. Tus cámaras están abandonadas en un armario, no escribes ni cantas, te queda durante horas sentado ante la ventana mirando las montañas. A tu lado, yo espero que completes el viaje hacia el interior de ti mismo y te cures de las viejas heridas. Sé que cuando regreses de tus pesadillas caminaremos otra vez de la mano, como antes.

I TRABAJO EXTRACLASE II TRIMESTRE: EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS


LICEO DR.VICENTE LACHNER SANDOVAL. DEPARTAMENTO DE ESPAÑOL.

PROFESOR ALEXANDER SOLANO HERNÁNDEZ. NIVEL 8º.

I TRABAJO EXTRACLASE. II TRIMESTRE. 5%. 15 puntos.

FECHA DE ENTREGA

JUNIO 10: 8-11 Y 8-2.

JUNIO 11: 8-1, 8-12 Y 8-10

JUNIO 12: 8-3

INSTRUCCIONES GENERALES:

I.       Este trabajo se basa en la novela “El niño con el pijama de rayas”, por lo tanto, para desarrollarlo, es necesario que haya leído el texto. Además, ya hemos visto la película.

II.     Recuerde que esta novela se encuentra en la Antología de 8º, páginas 120 a 161.

III.  El trabajo puede ser realizado en grupos de un máximo de cuatro personas o en grupos. Debe traer portada.

IV.  I Parte: Trabajo Escrito sobre el contexto histórico de la novela. Conteste las siguientes preguntas: 10 pt

 

1.     ¿Quién escribió esta novela?

2.     ¿Cuál es el argumento de esta novela?

3.     ¿Por qué la novela se titula “El niño con el pijama de rayas”?

4.     ¿Cuándo ocurrió la Segunda Guerra Mundial?

5.     ¿Cuáles fueron las causas de la Segunda Guerra Mundial?

6.     ¿Qué significa la palabra “Holocausto”?

7.     ¿Quiénes son los judíos? ¿Cuál personaje es judío?

8.     ¿Quiénes eran los nazis? ¿Cuáles personajes son nazis?

9.     ¿Qué es un campo de concentración? ¿Cómo es el campo de concentración que se describe en la novela?

10.           ¿Por qué los alemanes asesinaron a millones de judíos en los campos de concentración? ¿Cómo termina esta novela?

 

V.    II Parte: Escriba una carta formal a uno de los personajes de la novela. Esta carta será leída en clase el día de la entrega del trabajo extraclase. Debe venir en un sobre. 5pts